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Los incidentes en el velatorio de Maradona provocaron una fuente interna política entre el Gobierno nacional y el de la Ciudad de Buenos Aires

Presidencia había anunciado que la coordinación del operativo estaba a su cargo, pero ninguna fuente consultada se atreve a precisar quién dio la orden de dispersar a los manifestantes

“Yo solo vine a despedir al Diego y me cagaron a palos”, grita un joven en Avenida de Mayo y 9 de Julio entre el olor de la pólvora detonada de postas de goma y la calle mojada por camiones hidrantes. Minutos antes, cientos de personas vencían las rejas de la Casa Rosada para intentar llegar al ataúd de Diego Armando Maradona, que tuvo que ser trasladado de urgencia entre camisetas y flores al Salón de los Pueblos Originarios, un comando de infantería de Gendarmería Nacional desplegado con escudos de plástico, con jóvenes que ganaban la fuente del Patio de las Palmeras para beber su agua. La Policía Federal también estuvo dentro del lugar y en la reja: chicos con camisetas del Ascenso y adultos con nenes a cuestas trepaban por encima de los cascos. Gendarmería, por su parte, no hizo ningún arresto.

El presidente de la Nación y los funcionarios observaban desde un balcón: Cristina Kirchner, tras despedirse del cuerpo de Maradona, logró dejar la Rosada poco después de las 16. “Es como la cancha, cuando la gente quiere entrar y ya no hay entradas”, dice, simplista, un veterano comisario de rango sumamente alto.

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