“Somos el termómetro de la calle, estamos al alcance de la gente. Y hoy no vendemos ni la mitad de lo que se vendía para esta época el año pasado”, expresó Davio, al remarcar que el impacto real supera ampliamente las estadísticas difundidas por el comercio formal. “Lo que se comunica es 30%, pero nosotros sentimos el doble”, afirmó.
El dirigente, que trabaja desde hace años en el casco céntrico, explicó que la recesión generalizada provocó que haya vendedores “por todos lados”, incluso personas con empleo formal que recurren a la feria para sumar ingresos. “Ese fenómeno no se daba antes y muestra lo mucho que se agrandó la actividad”, señaló.
Davio describió un panorama de profunda preocupación: jornadas enteras sin ventas, clientela que antes compraba con frecuencia y ahora aparece “una vez al mes”, y un sector que vive al día, sin respaldo económico para atravesar meses de baja.
A pesar de que diciembre suele generar expectativas por las fiestas, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo marcaron un freno contundente. “La gente apenas si cubre las necesidades básicas. Por eso no esperamos grandes ventas”, dijo, anticipando un panorama aún más complejo para enero y febrero, meses históricamente críticos.
“Nosotros vendemos para comer. No tenemos espaldas para aguantar”, resumió Davio, quien pidió a la comunidad “confiar en los vendedores y en la economía popular”, destacando que son quienes sostienen gran parte de la actividad diaria en la calle.



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