Antonia, una vecina de la localidad rural de El Cebollar, rompió el silencio en comunicación con La 4×4 Radio para denunciar un grave y reiterado caso de violencia y amenazas que pone en jaque la seguridad de su familia. Según relató, nuevamente fue víctima de un intento de agresión por parte de su primo, identificado como Jonathan Córdoba, a quien acusa de ingresar por la fuerza a su vivienda en plena madrugada.
“Tuve que venirme a la capital por seguridad”, expresó Antonia. “Este chico volvió a mi casa, rompió la ventana y entró. Llamaron a la Policía pero me dijeron que tenían que esperar a un familiar, que no podían detenerlo. Es una vergüenza. Los jueces no hacen nada”.
Lo más grave, según denuncia, es la supuesta protección política que tendría el agresor: “Lo que dice la Policía es que la madre de él es puntera política. Se junta a tomar con los policías. Esa noche no dejaban que vayan los móviles porque justo estaban tomando”.
La situación viene escalando desde hace tiempo. Antonia contó que Córdoba ya había protagonizado hechos de violencia durante el cumpleaños de su hija: “Ese día estuvo tomando con otro chico, intentó agredir a mi mamá y lo corrimos. Desde entonces nos vive hostigando”.
Además del temor por su integridad física, la mujer enfrentó acusaciones sin fundamentos sobre presunto robo de animales. “El padre de él le llena la cabeza diciendo que nosotros les robamos los animales. Yo misma hice una denuncia para que se investigue, para que se compruebe si robé o no. En el pueblo, si se pierden animales, llamamos a los dueños y se los llevan”.
Antonia también mencionó antecedentes de violencia familiar por parte del acusado: “Este chico se droga, ha golpeado a sus hermanas y aun así lo defienden. Hasta la propia madre se tuvo que ir de su casa porque él le pegaba”.
La mujer lamentó la falta de acompañamiento de la comunidad: “En El Cebollar nadie habla. El problema es con este chico. Y no somos los únicos: a los González también les robaron”.
Su testimonio refleja una situación crítica donde la ausencia del Estado, el miedo al represalias y las redes de complicidades parecen dejar a las víctimas completamente desamparadas. “Yo no soy problemática”, insistió Antonia. “Solo quiero vivir tranquila”.