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Qué pasó con la Ferrari de Menem: la desconocida historia del ícono que marcó los 90

El auto 348TB modelo 1990 de color rojo pasó a la historia como la “Feyari” de Carlos Menem; el vehículo fue un regalo que el expresidente recibió en 1991 por parte del empresario italiano Massimo Del Lago, que quería obtener una concesión pública Crédito: Archivo

El pasado 2 de julio, el expresidente Carlos Menem fue hospitalizado en terapia intensiva, en el Sanatorio Los Arcos. La internación se dio en un peculiar momento para el exmandatario: ese era el día que cumplía 90 años. Sin embargo, su familia no perdió de vista la fecha y encargó una torta que recreaba uno de los momentos más icónicos de la década donde se desarrolló su gobierno: estaba decorada con un muñeco idéntico al expresidente, vestido con una chomba blanca y jeans, con una mano apoyada sobre su emblemática Ferrari.

El auto 348 TB modelo 1990 de color rojo pasó a la historia como la “Feyari”, tal como el expresidente la pronunciaba con su inconfundible acento riojano. El vehículo fue un regalo del empresario italiano Massimo Del Lago, que buscaba la concesión para la construcción de una autopista en Morón.

Con una capacidad de acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en 5,6 segundos, representaba un imán para todos aquellos fanáticos de los autos, como el expresidente, que no tardó en estrenar su lujoso regalo y partió el 3 de enero de 1991 desde Olivos hacia Pinamar a 190 kilómetros por hora y sin pagar peaje. Al llegar y tras ser consultado por el exceso de velocidad, Menem se excusó: “Sí, es verdad lo que dice, ¡pero soy el Presidente!. La Ferrari es mía, ¿por qué la voy a vender?. Es mía, ¡mía!”.

De ahí nació un debate que pasó por los medios hasta las sobremesas de los argentinos: ¿la “Feyari” era del Presidente o tenía que pasar a integrar el patrimonio nacional? Discusiones políticas mediante, Menem terminó entregando su amada Ferrari al Estado y tiempo después se sancionó la Ley 25.188 para regular los obsequios a los funcionarios.

Remates, dueños y famosos

Con la Ferrari en su poder, el Estado decidió rematarla a través de una subasta pública que se realizó en el Banco Ciudad. El primer remate quedó trunco porque no se presentaron oferentes, pero días después el auto volvió a ofrecerse en una segunda subasta donde participó Jacobo Winograd, pero los deseos del mediático no pudieron ser y la Ferrari se vendió a otra persona.

Desde que el Estado se desprendió de ella, el destino de la Ferrari se convirtió en un enigma. Sin embargo, a partir del informe de titularidad histórica del vehículo al que accedió LA NACIÓN, se pudo saber que el auto tuvo siete dueños.

El primero de ellos fue Jacinto Corrado, un extécnico del club Huracán de Chivilcoy, ya fallecido, que la compró en junio de 1992 junto a dos socios de esa localidad. Tenían una organización de rifas y el objetivo era sortear el auto, pero finalmente esa finalidad no se pudo cumplir y el vehículo se vendió en diciembre del año siguiente.

Para ese momento, el auto lo adquirió la empresa de bodegas y viñedos Garbín, ubicada en San Rafael, Mendoza. En ese lugar estuvo durante casi tres años, hasta agosto de 1996. A pesar de las consultas sin respuesta de este diario a la bodega, LA NACIÓN pudo reconstruir que La Ferrari habría sido rifada a través de un concurso del que salió victorioso un hombre llamado Carlos Villalba, que vivía en Ciudad Evita, La Matanza, en un monoblock.

Pero el hombre nunca tuvo intención de mantener el auto deportivo, así que en octubre de 1996 decidió vender la Ferrari y la publicó en los clasificados de un diario. Ese anuncio lo vio Herminio Cimino, un italiano dueño de una fábrica metalúrgica en Ramos Mejía. No dudó ni un segundo en comprarla.

Amante de los autos, Cimino fue el propietario que más tiempo tuvo el vehículo. A lo largo de 10 años, protagonizó una innumerable cantidad de anécdotas a bordo de la Ferrari, como ganar el primer premio de una carrera internacional en San Isidro.

Pero una de las historias más recordadas de ese momento ocurrió en abril de 1998, cuando se disputó el último Gran Premio de Fórmula 1 en la Argentina, en el autódromo de Buenos Aires. A pedido de un amigo, Ciminio llevó la Ferrari para exhibirla junto a otros modelos. En el interminable desfile de “fierreros” estuvo el propio Michael Schumacher. Vio el auto y se subió. Con la intención de desearle suerte y en un italiano fluido, Ciminio le dijo: “Con esta máquina vas a ganar”. Ese día, Schumacher ganó la carrera.

Desafortunadamente, años después llegó la crisis de 2001, Ciminio la usaba cada vez menos y en junio de 2006 la vendió. Así llegó al garaje del actual presidente del Banco de Valores, Juan Nápoli. El vehículo se había vuelto tan conocido que tenerlo era toda una revolución. Incluso, recordaron fuentes que conocieron de cerca la historia, en una ocasión Nápoli estaba a bordo de la Ferrari cuando se cruzó con una manifestación. La situación se volvió tensa por temor de que se generaran disturbios por la aparición del lujoso deportivo, pero lejos de eso, la gente comenzó a acercarse: solo querían ver de cerca y tener una foto “junto a la Ferrari de Menem”.

A partir de esa inexplicable exposición, Nápoli decidió desprenderse del auto en 2013. El nuevo dueño fue Héctor Méndez, quien fue presidente de la Unión Industrial Argentina. Méndez es aficionado a los autos y por eso quiso sumar la Ferrari a su colección. Sin embargo, para ese entonces, el furor por el auto se había apagado y el industrial lo puso en venta.

El 7 de agosto de 2015, el auto pasó a manos de Aldo y Dahian Rocchini, que la compraron a través de su empresa El Legado, una firma de asesoramiento, dirección y gestión empresarial. Los Rocchini también dirigen la distribuidora de gas Extragas.

Desde ese momento, la Ferrari se encuentra en su poder. Este diario se puso en contacto con ellos, pero no respondieron a las consultas. “No se acuerda de anécdotas con la Ferrari”, fue la escueta frase de una de las secretarias de los Rocchini ante las consultas de este medio.

A casi 30 años desde aquél verano donde viajó desde Olivos a Pinamar, la historia de “la Feyari” subsistió como un ícono de la década del 90, algo que el expresidente Carlos Menem pudo rememorar el día que vio su torta de cumpleaños.

Fuente: La Nación

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