El rublo ruso ha experimentado una notable depreciación en el último año, lo que ha generado preocupaciones tanto simbólicas como económicas en Rusia. Mientras que hace un año, un dólar estadounidense compraba poco más de 60 rublos, en la actualidad, puede comprar casi 100 rublos. Esta caída del rublo se ha convertido en un desafío tanto para los ciudadanos rusos como para el Estado ruso en medio de la guerra en Ucrania.
Para evitar el colapso económico en las etapas iniciales del conflicto, las autoridades rusas implementaron controles de capital y aumentaron significativamente las tasas de interés. Esto estabilizó inicialmente la moneda y evitó que la gente retirara su dinero del sistema financiero. Sin embargo, la economía rusa experimentó altibajos, con una fuerte caída seguida de una recuperación parcial.
El aumento de los ingresos por la venta de petróleo y gas permitió al Ministerio de Hacienda mantener el gasto en defensa y bienestar social a pesar de la guerra. Además, el rublo se apreció debido a las exportaciones de energía, lo que ayudó a reducir la inflación y permitió al banco central reducir las tasas de interés. A lo largo de 2022, los precios al consumo subieron un 14% y el PIB real disminuyó un 2%, un resultado mejor de lo esperado por los analistas.
Sin embargo, la situación económica en Rusia ha cambiado, y se ha declarado el fin de la fase de recuperación económica. Esto ha llevado a tensiones internas y desacuerdos sobre cómo abordar la economía en medio de la guerra.
El Ministerio de Finanzas busca apoyar la economía y aumentar el gasto en defensa y seguridad social, especialmente de cara a las elecciones presidenciales de marzo. Por su parte, Vladimir Putin desea mantener la economía fuerte y se enorgullece de la baja tasa de desempleo, lo que refleja la eficacia de la política económica.
Sin embargo, la lucha por mantener el rublo sin aumentar las tasas de interés se ha vuelto desafiante. Se están explorando dos enfoques principales: gestionar la moneda y aumentar las exportaciones de energía. Sin embargo, ambos enfoques enfrentan obstáculos significativos.
Las medidas para gestionar la moneda, como obligar a los exportadores a entregar más dinero en efectivo y dificultar la salida de dinero del país, son imperfectas y pueden enfrentar resistencia de poderosos grupos de presión en la industria exportadora. Además, las estrategias para impulsar las exportaciones de energía pueden verse obstaculizadas por la incertidumbre en los mercados energéticos y el descenso de las ventas de gas a Europa.