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La temida Salamanca del Noroeste Argentino

Desde sus origenes diabólicos siglos atrás hasta las experiencias recientes de pobladores rurales.

Abordar la naturaleza de las cosmovisiones primigenias conlleva un simbólico entramado de relatos orales pero también de experiencias reales que en siniestra sinfonía maravillan y aterran al unísono.

La sola mención de “La Salamanca” en ciertos parajes desolados de nuestro territorio, provoca una alteración de los sentidos que irremediablemente los conduce a la cercanía con lo oculto.

Porque esos pedregosos socavones perdidos entre laderas bajas y pastizales de las superficies rocosas, también se enlazan con aquellas remotas narrativas concernientes a una macabra concepción del mal.

Los pueblos originarios nativos del noroeste argentino apelaban a estas cuevas como a las entradas de un Inframundo y a las cuales sólo podían ingresar las llamadas “machis”, quienes solicitaban permiso a través de rituales de adoración a la Madre Tierra.

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Estos sortilegios mágicos representaban una suerte de bendición, que años después y a raíz de la forzada evangelización de las comunidades originarias, tomaron las formas de rosarios y escapularios.

Lo cierto es que la influencia colonizadora de los “conquistadores” también deparó sistemas de esclavitud y de sometimiento a los primeros pobladores quienes fueron convertidos en peones rurales y en esclavos de los grandes latinfundistas.

Fue a mediados del siglo XIX cuando los habitantes originarios y los criollos realizaban festividades paganas y enriquecían su propia interpretación de los sucesos sobrenaturales bajo el entorno salvaje que los rodeaba.

De este modo, la memoria oral de los primeros pobladores de Salta, Tucumán y Santiago del Estero se embebió de relatos plenos de magia ancestral y la aparición de “La Salamanca” comenzó a ser cada vez más citada en los ranchos, poblaciones indígenas y pulperías cuando caía el atardecer.

Si bien geográficamente no existen lugares marcados con exactitud, lo cierto es que cualquier lugar que presentara cuevas en las montañas constituía un mojón para señalar que ahí había una siniestra “Salamanca”.

Las creencias populares, plenas de animismo y lejos de cualquier interpretación cientificista, adquirieron en el numen del folklore una raigambre que vulneraba los frágiles tejidos de la realidad.

En tal sentido, se relata que solamente aquellas personas consideradas con poderes de hechicería podían atravesar esos agujeros.

También se recuerda en regiones de Salta que toda caverna solitaria correspondía al reino del Zupay, un infernal ser que custodiaba el ingreso.

Otras crónicas rurales dieron cuenta que aquellos hacendados que pactaban previamente con ese ente demoníaco en la forma de un gran toro, podían obtener buenas cosechas durante extensos períodos.

Existen relatos acerca de los llamados “payadores salamanqueros” quienes luego de permanecer una noche dentro de esa caverna iluminada por antorchas, sacaban a relucir sus dotes musicales en la ejecución de sus guitarras, sikus, violines, quenas y erkes.

Del mismo modo que adquirían una notable, endemoniada y no menos elegante forma de bailar sin parar, que sorprendía gratamente a las “chinas” de los ranchos aledaños.

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Oriundo del departamento de Salavina en la provincia de Santiago del Estero, don Sixto Palavecino (1915-2009) fue un virtuoso violinista, gran difusor de la cultura quichua y uno de los más destacados instrumentistas del folklore argentino.

En una entrevista para la revista Cuarta Dimensión ofreció su testimonio acerca de “La Salamanca”.

“Había un lugar que era monte y en medio de él una represa natural donde jamás se sacaba el agua. Se decía que ahí era Salamanca. Todo el mundo en mis pagos hablaba de ella. Se escuchaba música de violin, guitarras, bombos y se oían palmoteos acompañando. Y cuando se llegaba hasta ahí la música cesaba, y apenas nos alejábamos volvía a oirse”, relató.

“Yo conocí a esas personas, era gente que no sabía nada y de repente se aparecían hechos músicos finos. En el pueblo decían que eran aprendices de La Salamanca. Porque aquel que va con la intención de entrar, debe tener una cita con las brujas y a su encuentro vendrán víboras, arañas y lagartijas, esa es la ‘prueba’ que le toman y después aparecerá el diablo Zupay”, aseguró el destacado músico de folkore.

Por Carlos Parodi: Investigador paranormal y ufológico

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