Corría el año 1997, tiempos de algarabía en la integración económica, la apertura de mercados y el boom de la tecnología.
Corría el año 1997, tiempos de algarabía en la integración económica, la apertura de mercados y el boom de la tecnología. Una nueva organización, la OMC (Organización Mundial del Comercio, creada en 1995), cumplía un rol de ordenador de las reglas mundiales del comercio buscando que fueran neutras, conocidas, previsibles y generaran un clima de ganar-ganar a los países en sus relaciones comerciales.
En ese contexto, en la agenda de la OMC las telecomunicaciones eran prioridad. Los países integrantes de ese organismo venían negociando qué compromisos asumirían en la apertura de sus mercados y qué salvaguardas se reservaban. Era macropolítica.
El Presidente Menem y su extraordinario Canciller Guido Di Tella, junto a los equipos de economía del gobierno, propugnaban que Argentina abriera sus mercados para generar un flujo de inversiones que permitieran reconstruir las infraestructuras, promover las exportaciones a nuevos horizontes e integrar Argentina al mundo, en el marco del libre comercio. La OMC era “el lugar” para llevar adelante dichas discusiones.
Las Telecomunicaciones en la OMC
En América Latina había un consenso importante para la apertura de la industria de las telecomunicaciones, un acuerdo sobre reglas neutrales que no configuraran “barreras artificiales” al ingreso de los inversores o las empresas de un país a otro. Temas como las reglas de interconexión de redes, el financiamiento del “servicio universal” para cuidar el acceso a los que menos tienen o a las áreas más rezagadas, y la disponibilidad de los recursos críticos para los actores ingresantes como las frecuencias, la numeración, etc. estaban en la intensa discusión sobre la mesa. En el caso de Argentina, el horizonte era claro: se buscaba la mayor apertura para nuevas inversiones. La Secretaría de Comunicaciones, a mi cargo, interpretaba claramente la decisión del Presidente Menem y promovía esa política.
Las discusiones previas:
El área internacional de la entonces Comisión Nacional de Comunicaciones interactuaba con los principales países de la región, con Estados Unidos y con Europa de modo directo. Con los demás países, las conversaciones se efectuaban a través de Cancillería.
En febrero de 1997, en Ginebra, se realizaba el gran evento de la OMC destinado a llevar adelante la última discusión sobre el mercado de las telecomunicaciones. Los representantes de todos los países habían confluido en esa ciudad. El día 15 de febrero era la fecha límite para que cada estado presentara sus “ofertas” de reglas de juego del mercado que se convertirían en obligaciones nacionales ante terceros países, ya que esas ofertas ante OMC tienen el estatus de un tratado internacional y deben ser ratificadas por los poderes legislativos de los países.
Estados Unidos, que miraba de cerca nuestra política en esta materia con simpatía y cercanía, esperaba ansioso la posición de nuestro país ya que otros estados de la región probablemente siguieran nuestro camino.
Las llamadas desde Washington
En medio de esas tertulias regulatorias previas, el 22 de enero de 1997 llamó el Subsecretario de Comercio de EEUU, Stewart Eisenttat, con quien cambiamos ideas sobre la agenda argentina que seguían de cerca. Luego, el 30 de enero llamó el Presidente del FCC, órgano regulador de las telecomunicaciones de EEUU, Reed Hunt, con quien repasamos ítem por ítem los temas que se estaban consensuando, salvo el tópico de la reserva que Argentina hacía sobre el mercado de satélites, en el que, cumpliendo un compromiso incluido en la licitación del satélite Nahuel, nos reservábamos la autorización de ingreso de nuevos satélites a la condición de que el país de origen de ese satélite abriera su mercado al nuestro. Estados Unidos nos pedía que no incorporáramos esa reserva.
EEUU solo tenía, en ese momento, un tratado de esas características (reciprocidad satelital) con México. Nosotros instalamos la posición de que Argentina también debería tenerlo. Y lo logramos.
La sorpresa: promover la apertura del mercado de la carne argentina
En medio de esas discusiones, en general previsibles, y con la delegación argentina de la Secretaría y de la CNC ya en Ginebra, recibí un llamado de un colaborador del Presidente Menem, quien estaba iniciando un histórico viaje a Vietnam, país que se había abierto al capitalismo y se estaba integrando al mundo. Menem era el primer presidente argentino que lo visitaba. El segundo de Latinoamérica, ya que el primero fue Fidel Castro.
El interlocutor, que me solicitó la mayor reserva sobre la conversación, primero chequeó el estado de la discusión en el ámbito de las telecomunicaciones. Luego de comprobar que todo estaba alineado, me hizo un pedido inesperado.
“El presidente valoraría que analice suspender la negociación en Ginebra, retirarnos de la misma y hacer silencio de radio por horas/días”. La intención del Presidente era que Estados Unidos reaccionara ante nuestro permanente requerimiento, no escuchado, de iniciar conversaciones serias para la apertura del mercado de las carnes argentina para exportar a EEUU. Hacía 70 años que ese mercado estaba cerrado para nuestro país, a pesar de la calidad de nuestras carnes (quizás justamente por eso) y del esfuerzo que hizo la administración Menem por la erradicación de la aftosa, con el trabajo serio y dedicado de la Secretaría de Agricultura y del Senasa y las masivas campañas de vacunación y control de sanidad animal.
El interlocutor me advirtió que era una jugada riesgosa, que debía evaluar si estaba dispuesto a hacerlo, que seguramente recibiríamos numerosas presiones e incluso críticas periodísticas o de lobbies que probablemente titularían “Argentina cierra el mercado de las telecomunicaciones” y cosas por el estilo.
El interlocutor, además, me aclaró que me consultaba, nada más. Que evaluara y decidiera yo, con total libertad. Esta negociación era competencia plena de la Secretaría de Comercio.
La decisión: vamos para adelante
En Ginebra se encontraba el representante de Argentina, Mauricio Bossa, integrante del eficiente equipo de la CNC, quien a la sazón era además Presidente de la Asamblea de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), y que trabajaba en equipo diplomático de Argentina en los organismos internacionales. Las jornadas en esos debates previos eran intensas pero relajadas. Argentina estaba en camino de ratificar la amplia apertura de sus telecomunicaciones. Me comuniqué con el Lic. Bossa y le instruí que se retiraran de la negociación, cortaran los teléfonos, y esperaran…
Obviamente, esta decisión fue sorprendente. Los representantes de Estados Unidos comenzaron a buscarnos con intensidad. En mi caso, desde la embajada en Buenos Aires, el representante comercial e incluso el presidente de la FCC. No podía contestar porque no tenía un argumento apropiado, ya que la regla en este tipo de negociaciones es que se efectúan por rubro específico. Pero el Presidente Menem pensaba ¿cómo podemos abrir de par en par nuestro mercado de telecomunicaciones, y en un tema menor para ellos como la carne, no logramos que se sienten a conversar de modo concreto? Todo esto transcurría el 14 de febrero mientras el Presidente Menem iniciaba su gira a Vietnam y otros países de Asia.
Pasadas esas tensas jornadas que incluyeron muchas llamadas no respondidas, fuimos informados desde el avión presidencial que los presidentes habían llegado a un consenso y que Argentina retornaba a la mesa de negociaciones. Ya podría presentarse la oferta de apertura de las telecomunicaciones, que luego se convirtió en la Ley 25000 que rige hasta la fecha y que es el desaprovechado régimen jurídico de fondo que regula esta industria.
La llamada del Presidente del FCC
El 19 de febrero recibí la llamada del Presidente del FCC Reed Hunt. Fue muy amable y pícaro en sus comentarios; me dijo “…hicimos muchas llamadas telefónicas la semana pasada a Argentina…” y, mas allá de cambiar elegantemente de tema, agregó: “Tuvimos dos días difíciles entre la Argentina y los Estados Unidos la semana pasada. Estoy seguro de que la Casa Blanca hablaba al teléfono del avión del Presidente Menem. Como sabe, hubo algo de tensión durante aproximadamente dos días, pero estoy bastante conforme con el resultado final, que fue lograr que Argentina vuelva a la mesa negociadora con su oferta”. Misión cumplida.
Menem y Clinton
Esta pulseada, de buena fe y con un claro objetivo de defensa de los intereses nacionales, fue un enorme paso para Argentina.
Luego de una discusión técnica en materia de sanidad animal, que se venía trabajando desde bastante tiempo antes por parte de la Secretaría de Agricultura y el Senasa, y con todas las reglas y verificaciones realizadas, Argentina fue autorizada a exportar su carne a EEUU después de 70 años de tener cerrado ese mercado. El Presidente Menem tuvo la habilidad, en medio del clima de cercanía y empatía, de plantear esta pulseada por algo tan importante para el campo argentino. Nos alegró que las expectativas generadas por el mercado de las telecomunicaciones hubieran contribuido a este logro.
La primera exportación
El Diario La Nación el 26 de agosto, a 7 meses de la discusión en Ginebra por las telecomunicaciones, lo informó: “Carne Argentina vuela a EEUU”; “Tras 70 años de interrupción, se reanudaron los embarques de cortes frescos”. “En un Jumbo 747 partió ayer el embarque de 20.320 kilos de carne fresca a Estados Unidos…” “La carga estuvo compuesta por carne promocional y por 20.000 kilos de carácter comercial”.
Se cierra el círculo:
En 1999, el Presidente Menem realizó una segunda visita de estado a los Estados Unidos. Allí, entre otros agasajos, fue invitado a almorzar con el Vicepresidente Al Gore y la Secretaria de Estado Madeleine Albright, con la presencia de líderes parlamentarios de dicho país. Como una gran delicadeza hacia nuestro presidente, se le ofreció como menú carne argentina.
Cuando un país sabe construir relaciones estables y duraderas basadas en la confianza, los intereses de los países se pueden armonizar. Así fue como Menem logró abrir ese importantísimo mercado y ello trajo una gran oportunidad para nuestro campo. Menem, que promovió enérgicamente la vacunación para lograr la erradicación de la aftosa, pudo ver cómo ese esfuerzo de sanidad animal dio sus frutos.
Argentina y EEUU, en especial Menem y Clinton, continuaron en una estrecha y cercana relación de cooperación basada en la regla “ganar-ganar”. Fue bueno y útil para ambos países.
Fuente: Diario26 / https://www.diario26.com/