La visita del Papa llega justo cuando Bagdad busca dejar atrás picos simultáneos de tensión entre Estados Unidos e Irán y de hartazgo social con sus malabares para complacer a esos dos aliados mientras la plata no alcanza.
El viaje de Francisco del 5 al 8 de marzo será el primero de un Papa a Irak, y hay quienes creen que podría ser el último al Estado iraquí tal como es hoy en día. La posible partición de Irak no es idea nueva, pero una confluencia de factores la ha relanzado.
“¿Será 2021 el principio del fin del Irak que conocemos?”, tituló el periodista iraquí Majid al-Samarrai un artículo publicado el mes pasado en The Arab Weekly, la revista del diario panárabe londinense Al-Arab.
La visita del Papa llega, en efecto, en horas críticas, justo cuando Bagdad busca dejar atrás picos simultáneos de tensión entre Estados Unidos e Irán y de hartazgo social con sus malabares para complacer a esos dos aliados mientras la plata no alcanza.
Las restricciones a las protestas por el coronavirus y el nuevo Estados Unidos de Joe Biden, algo menos hostil a Irán, parecieron dar respiro a Irak en ambos frentes.
Pero la pandemia hundió el precio del petróleo y acentuó las penurias de un país con una grieta sectaria que alienta ambiciones de autogobierno, y Biden es autor de un famoso plan para partir y poner fin a Irak en su forma actual.
Además, en un hecho que promete multiplicar las tensiones en Irak, el primer ataque ordenado por Biden desde su llegada al poder mató el jueves pasado a 22 integrantes de una milicia iraquí apoyada por Irán en una zona de Siria fronteriza con Irak.
Tras el fin de su guerra con Irak en 1998, Irán creó, a través de partidos políticos y milicias, una vasta red de influencia dentro de su vecino, que es de mayoría árabe chiita.
La invasión estadounidense de 2003 alteró el balance de poder en Irak, al derribar el Gobierno árabe y musulmán sunnita de Saddam Hussein y empoderar a los chiitas pro-Irán, además de cimentar la autonomía de facto de los kurdos en el norte del país.
Esto dio pie a una puja entre Washington y Teherán por alinear al Gobierno de Bagdad, y por otro lado, a una feroz persecución contra los sunnitas de fuerzas de seguridad y milicias chiitas y a una insurgencia sunnita, un combo que dejó miles de muertos.
En 2006, cuando arreciaba la violencia, Biden, en ese momento presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, propuso, como solución al caos, terminar con el Irak unitario y dividirlo en regiones autónomas.
“La idea, como en Bosnia, es mantener un Irak unido descentralizándolo, dando a cada grupo étnico y religioso -kurdos, árabes sunnitas y árabes chiitas- espacio para manejar sus propios asuntos, mientras el Gobierno central queda a cargo de los intereses comunes”, escribió entonces Biden en un artículo en el diario The New York Times.
Biden presentó en 2007 su plan al Senado, que lo aprobó como resolución no vinculante. Ya vicepresidente de Barack Obama, lo ratificó en 2014.
A fines de 2019, una ola de protestas estalló en zonas árabes de Irak contra la corrupción y el desempleo y en reclamo del fin del sistema político vigente desde 2003, marcado por la rivalidad chiita-sunnita y la interferencia extranjera.
Sumado a esto, el triunfo de Biden reeditó el debate sobre otra fragmentación de Irak, ya por la creación de una autonomía sunnita o la independencia de la zona kurda que se hizo oficialmente autónoma en 2005, en la primera partición de hecho del país.
A fines de 2019, una ola de protestas estalló en zonas árabes de Irak contra la corrupción y el desempleo y en reclamo del fin del sistema político vigente desde 2003, marcado por la rivalidad chiita-sunnita y la interferencia extranjera
“Biden siempre fue de esa idea (de dividir a Irak), pero creo que la fue cambiando un poco, y en la campaña presidencial no habló nunca de ella”, dijo Kopel.
“No hay ningún lugar para un Estado sunnita en Irak. En los últimos años, los sunnitas fueron golpeados como nunca en el norte de Medio Oriente, y hoy son menos en un lugar donde siempre fueron más que los chiitas”, prosiguió.
“Sí creo que Biden no ha dejado la idea de seguir profundizando un Estado kurdo (…) La única opción de los kurdos de formar un Estado es en Irak”, agregó, aunque matizó que es algo muy complejo que podría no llegar a lograr ni siquiera con dos mandatos.
Otros analistas creen que la llegada de Biden abre la puerta a la aplicación plena del plan.
“El proyecto de los Tres Territorios permitirá a Estados Unidos forjar alianzas con los políticos de la nueva región sunnita, lejos del control de la autoridad central de Bagdad, y reducir la influencia de Irán”, dijo el académico egipcio Eslam Abdelmagid Eid.
“Además será una amenaza interna para Irán de parte de su minoría kurda, que también exigirá la separación de Irán para formar el Estado del Kurdistán”, agregó.
Sea como sea, parece obvio que Irán trataría de evitar este escenario, aunque no está claro a qué medidas estaría dispuesto a recurrir o si cuenta con el poder de hacerlo.
“En los últimos años hemos visto una gran caída del ‘apoyo blando’ de Irán en Irak, que se basa en el apoyo popular chiita”, dijo el encuestador iraquí Munqith Dagher.
“Según los últimos sondeos, el 85% de los iraquíes, incluyendo al 82% de los chiitas, cree que Irán juega un rol negativo en Irak”, agregó.
La economía de Irán depende en gran medida del mercado iraquí, sobre todo por las sanciones estadounidenses. Para ayudar a Irán, Irak eliminó los aranceles a los productos iraníes, que son más baratos.
Esto arruinó a pequeñas y medianas empresas y a productores rurales de Irak.
Otro motivo de esta pérdida de apoyo, es “el fracaso total de los sucesivos Gobiernos iraquíes para combatir la corrupción y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, que ven a los partidos y milicias proiraníes como los responsables de esto”, dijo Dagher.