El microbiólogo y teniente general del ejército japonés condujo el escuadrón 731, una fachada para poner a prueba en humanos armas químicas y biológica y sus capacidades para resistir diferentes tipos de torturas. Se calcula que unas 12 mil personas habrían muerto en sus ensayos.
En el marco de la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945), y coincidiendo en parte con la II Guerra Mundial, el Ejército Imperial Japonés desarrolló un ambicioso programa de investigación de armas biológicas y químicas, poniendo en marcha experimentos a gran escala con seres humanos. Para ello fueron creadas una serie de unidades de investigación médica, planificadas por el microbiólogo Shirō Ishii, posteriormente teniente general del Ejército Japonés. A ellas se atribuyen miles de crímenes, así como horrendos experimentos médicos.
El cerebro organizador: Shirō Ishii
El responsable máximo del desarrollo de estos programas de investigación, focalizados inicialmente en el perfeccionamiento de armas de guerra químicas y biológicas, fue el general Shirō Ishii.
Ishii nació en Shibayama, distrito de Sanbu, en 1892 y estudió Medicina en la Universidad Imperial de Kioto. Rápidamente ingresó en el Ejército y en 1922 fue asignado al Hospital del Primer Ejército y la Escuela Médica Militar de Tokio.