Dobronich describió que el llamado “síndrome de diciembre” se profundiza porque muchas personas sienten que todo debe resolverse antes de que termine el año, incluso aquello que no es urgente. Señaló que esta presión autoimpuesta se combina con cansancio acumulado, obligaciones laborales, compromisos sociales y un clima emocional alterado. “No todo tiene que hacerse ya ni cerrarse el 31; hay cosas que pueden resolverse en enero”, remarcó.
La especialista explicó que vivir en modo “supervivencia” mantiene al cuerpo en estado de alerta constante y eleva los niveles de cortisol, lo que deriva en irritabilidad, ansiedad y sensación de desborde. Recomendó priorizar tareas, aprender a decir que no y evitar la idea de que es obligatorio estar en todos los eventos o cumplir todas las expectativas. “La energía es finita; hay que elegir dónde y con quién queremos estar”, sostuvo.
Dobronich también aclaró un mito frecuente: “La plata no es el mejor antidepresivo del mundo”. Según explicó, el bienestar emocional no depende únicamente de la economía, sino del autoconocimiento, el propósito personal y el equilibrio interno. “Podés tener dinero y aun así ser infeliz. El orden es ser, hacer y recién después tener”, afirmó. Finalmente, invitó a quienes atraviesan momentos de frustración a reconectar con sus objetivos, a bajar el ritmo y a recordar que el año no termina el 31 de diciembre, aunque así lo parezca.



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