A pocos minutos del final, en la cancha del Club Deportivo Malanzán, los jugadores de Los Tigres y Nacate protagonizaron una violenta gresca que obligó a suspender el partido. Lo que comenzó como un evento deportivo lleno de expectativas terminó en disturbios que dejaron a los espectadores y organizadores en estado de alarma.
Según testigos, la Policía demoró en actuar, lo que permitió que el conflicto escalara y generara momentos de tensión entre jugadores, cuerpos técnicos y aficionados presentes. La falta de una intervención oportuna agravó la situación y reavivó las críticas sobre la planificación y seguridad en este tipo de eventos.
La organización, a cargo de los clubes del departamento, no ha emitido aún un comunicado oficial sobre lo ocurrido, mientras que las autoridades de la liga evalúan sanciones y medidas para evitar que estos hechos se repitan.
Este incidente no solo empaña el espíritu deportivo, sino que también deja en evidencia la necesidad de mayor coordinación entre los organizadores y las fuerzas de seguridad para garantizar la tranquilidad en los torneos locales. La definición de la final, ahora en suspenso, queda marcada por un hecho que no debería ser parte del fútbol.



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