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¿Adiós a la Ciudad Luz? París sufre la crisis energética y se sumerge en la oscuridad

Vidrieras y calles a oscuras. La Torre Eiffel en penumbra. El regreso de los turistas a la capital de Francia y una postal inesperada.

Después de las doce de la noche, París, la Ciudad Luz, se sumerge en la oscuridad profunda, extrema. La iluminación de las vidrieras se va apagando, una a una, hasta convertir a las calles más populares en un inquietante agujero negro.

Efecto guerra en Ucrania, solidaridad ante un próximo invierno de escasez y más de 60 reactores nucleares franceses, proveedores de electricidad, en mantenimiento o en estado de corrosión, son la razón.

En la ópera Bastille había función. El edificio, construido en vidrio por el arquitecto uruguayo Carlos Ott, parecía un arbolito de Navidad en la presentación de Sueño de una noche de verano, la obra de William Shakespeare.

Como en la Cenicienta, terminó y, como decían los ingleses cuando el teatro se acababa por los “Blitz” alemanes, “The West End has gone dark”.

Las luces se apagan, hasta quedar como un fantasma de vidrio bordeando la plaza. Sus escaleras desaparecen en las sombras y el cartel de solidaridad a Ucrania, azul y amarillo, se transforma en una pantalla apagada, sin colores.

La Torre Eiffel, en penumbra por la crisis energética en Francia. Foto: Noel Smart
La Torre Eiffel, en penumbra por la crisis energética en Francia. Foto: Noel Smart

A la plaza de la Bastille, donde estaba la prisión y su monumento que conmemora a la revolución de julio de 1830, solo la ilumina la luna en cuarto menguante y los bares que desafían el mandato solidario.

La alcaldesa de Anne Hidalgo ha sometido a los parisinos a una “ecología a la fuerza”, que le costó ser votada por no más del 1,75 por ciento en las elecciones presidenciales.

Ha transformado la ciudad en una enorme pista para bicicletas y trotinettes y en una eterna obra en construcción pública. Sus luces de circulación iluminan el camino, a medida que las otras se apagan. Los parisinos han comenzado a vender forzosamente sus automóviles. Los faros de los que pasan ayudan a caminar sin tropezar.

Millones de turistas han regresado a París ,después de la pandemia de Covid, para encontrarse que las luces se apagan en la ciudad que vinieron a visitar.

En la Torre Eiffel, este monumental símbolo parisino, las luces se esfuman a la 1 de la mañana. No titila cada hora para embellecer la ciudad y hacer delirar a los turistas con sus selfies. Solo queda su luz colorada, en su punta, por razones de seguridad.

París ya no parece la "Ciudad Luz". Foto: Noel Smart
París ya no parece la “Ciudad Luz”. Foto: Noel Smart

Secuelas de la guerra en Ucrania

Es a respuesta de los franceses a las secuelas de la guerra en Ucrania, a la necesidad de ahorrar energía y bajar el consumo para no tener un invierno próximo helado.

La mayoría de los franceses está dispuesto a hacer un esfuerzo, frente a esta escasez, porque Vladimir Putin cortó el gas a Europa a causa de la guerra y los precios de la energía se volvieron exorbitantes.

Seis sobre 10 franceses, es decir un 63 por ciento, va a reducir su consumo de energía “para limitar el alza de precios y los riesgos de penuria de consumo energético, eléctrico, gasífero y de productos petroleros”, según un sondeo del diario Les Echos y Institute Montaigne.

Pero bajo al menos dos condiciones: que “todo el mundo participe en este esfuerzo”, desde la población, las empresas, el Estado y las colectividades locales y “la garantía de que los precios no aumenten”. El 15 por ciento quiere que ese esfuerzo “sea limitado”.

Cuando los patrones de Total Energies, EDF y Engie llamaron a los franceses “a limitar inmediatamente los consumos energéticos”, esta fue la respuesta.

Las calles de París se convierten de noche en una boca de lobo. Foto: Noel Smart
Las calles de París se convierten de noche en una boca de lobo. Foto: Noel Smart

Vidrieras a oscuras

Las empresas comenzaron a apagar las luces de sus vidrieras a medianoche. A pesar de que se encuentran en plena liquidación de temporada, la mayoría aceptó el desafío.

Las boutiques que no lo hicieron son como faros en medio de la oscuridad de la calle, cuando París se ha vuelto una ciudad insegura, con robos, ataques con navajas para arrancar relojes de marca , pulseras y collares, en la calle o el Metro, de día o de noche.

El vestido colorado de Naf Naf, en la vidriera del Faubourg St Antoine, aparece como un semáforo esplendorosamente iluminado en medio de la oscuridad. Es una guía.

En Rosie, la brasserie de moda en París, aun hay luces prendidas al igual que el Café Milou, frente a la plaza.

Orange, la empresa de telecomunicaciones, obedeció. Cortina baja y no se ve uno solo de los nuevos modelos de Apple en venta.

En Etam, las maniquíes en ropa interior se fueron a dormir. No se ve nada. Cualquier sueño de vacaciones en la playa se amplía frente a esta oscuridad de guerra.

París a oscuras. París, de la ciudad de las luces a una boca de lobo. Foto: Noel Smart
París a oscuras. París, de la ciudad de las luces a una boca de lobo. Foto: Noel Smart

Inseguridad

En la rue de Charonne, la calle cuyas terrazas sufrieron los atentados terroristas simultáneos en París, los comerciantes obedecen el mandato del racionamiento. Las luces están apagadas, con la excepción de una rebelde: la boutique Blue Libellulle. El resto es oscuro. Desde el restaurante Beirut a la pizzería napolitana Nove o la boutique Coss o Isabel Marrant.

Los parisinos “á dodo”, como le dicen a los bebitos en Francia para ir a dormir. Solo se ven muy pocas ventanas iluminadas tras la medianoche. En las calles se mantienen la iluminación regular pero LED, que es difusa y escasa.

El Passage du Chantier es una boca de lobo. Hay mueblerías y atelieres de ebanistas pero también edificios de departamentos y casas en él. La gente opta por la linterna y no ir solo, por seguridad, para atravesarlo.

“¿Nos acompaña?” pide un matrimonio mayor al fotógrafo de Clarín para poder llegar a la puerta de su casa.

En el Pasaje se ha instalado una familia de “Gypsies” de Bosnia, que duermen allí junto a sus hijos, y mendigan durante el día. A lo largo de las calles, hay docenas de personas que duermen en carpas, a la intemperie.

“Todo sea para ahorrar energía. Debemos ser solidarios y por sobre todo, previsores. Pero el esfuerzo debe ser conjunto y no demasiado largo”, advierte Albert Gallimard, que vive en las cercanías y sale de la brasserie Rosie.

Hasta las vidrieras se apagaron en París. Foto: Noel Smart
Hasta las vidrieras se apagaron en París. Foto: Noel Smart

Reducir el consumo

Una mayoría de los franceses de todas las categorías de la población se dicen “listos a reducir su consumo”, señaló el sondeo de Les Echos.

Pero remarcó que “los cuadros profesionales y las profesiones intermedias parecen más determinadas que las categorías populares a hacer el sacrificio”.

Al mismo tiempo están más predispuestos los que tienen menos de 50 años que los de más de 50 años, los habitantes urbanos con respecto a los que viven en el campo, y los franceses que llegan a fin de mes sin problemas con respecto a los que deben restringirse.

Las acciones

 

Los esfuerzos son diferentes. En París el 82 por ciento va a privilegiar el programa “ECO” en su lavavajillas (casi todos lo tienen), justo delante del 79 por ciento que va a utilizar las lámparas de luz LED.

El 72 por ciento va “a desenchufar los aparatos electrónicos de la casa a la noche” y el 67 por ciento “bajará al menos un grado la calefacción en el domicilio” desde el otoño próximo. El 66 por ciento “reducirá la temperatura del agua de la ducha” y el 64 por ciento “limitará sus desplazamientos en vehículo”. Cargar el tanque standard de un auto diésel cuesta al menos 120 euros en Paris.

Ha llegado “la canicule” a Francia, una ola de calor con temperaturas insoportables de 40 y 42 grados en el sur, en un país con muy pocos aires acondicionados. El 45 por ciento está listo “a usar menos los climatizadores o ventiladores”.

Pero solo el 10 por ciento lo hará sin condiciones. El resto exige que sea un esfuerzo conjunto, de toda la sociedad y por un tiempo determinado.

Pero más allá de las voluntades y la solidaridad, el estudio muestra que una parte importante de los franceses ya ha comenzado a reducir su consumo de energía pero por razones financieras.

Una sobre dos personas ha declarado renunciar a efectuar sus desplazamientos en automóvil y a calentar convenientemente su casa en los últimos meses, a causa del alza exorbitante de los precios de la energía y el combustible y las cuentas que deberán pagar, muchos anualmente.

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